jamás estuviste sola

Una noche no puedes dormir y te paras a pensar. Y descubres lo que es realmente un ′′te quiero′′, lo que significa un ′′adiós′′ e incluso las consecuencias de un ′′para siempre′′. Te das cuenta de que la felicidad no llega al tener un buen día, salir de fiesta o comprarte un vestido nuevo. Que normalmente las cosas son más difíciles de lo que parecen, que nunca sabes lo que es suficiente y muchas veces se tiene miedo. Que hay mil cosas que duelen como hay otras mil que te hacen sonreír como una idiota. Que a veces nada está claro. La felicidad, tu felicidad se ha ido construyendo granito a granito, por esas personas que realmente pueden decir ese ′′te quiero′′ sin mentir y siempre se han preocupado. Algunas después de toda una vida y otras desde hace una semana. Que se dan cuenta, que tu felicidad, fácilmente se desmorona, y siempre están ahí para recoger los trocitos. Que cuando un día va mal, cambia del blanco y negro al color, que te contagia su alegría. Por las que a la mañana siguiente, te despiertas con una sonrisa en la boca y piensas que vale la pena. Lo único que puedo decir es gracias.
Y es que hoy princesa has sacado a pasear esa deslumbrante sonrisa tuya y has cegado al sol. El cielo se ha teñido de azul para ir a juego con esos ojos que enamoran con una simple mirada. El sonido de tu risa ha volado más alto que las nubes, que parecían mirarte celosas. Princesa hoy has salido a la calle con ganas de comerte el mundo, y se nota, al verte caminar partiendo la Tierra en dos con tus locuras, con la mirada al frente, perdida en cualquier recuerdo feliz de un tiempo mejor, pensando si quizás se repetirá, y entonces, entonces vuelve a aparecer esa sonrisa al caer en la cuenta de que es único e irrepetible. En ese preciso instante, me he dado cuenta de que la vida merece la pena, princesa.



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